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Las cartas de amor y amistad de Vicente Aleixandre a Miguel Hernández

“Miguelillo de mi corazón” era el apelativo cariñoso con el que el Nobel español, Vicente Aleixandre, se refería a Miguel Hernández en sus cartas. La relación de amistad y comprensión que existía entre ambos autores permaneció oculta durante muchos años en un baúl de haya, hasta que hace año y medio estas cartas fueron adquiridas por la diputación de Jaén. Ahora se publican bajo el título de De Nobel a novel. Epistolario inédito de Vicente Aleixandre y Josefina Manresa (Espasa), en edición de Jesucristo Riquelme.

El libro está formado por 309 cartas, escritas del puño y letra de Aleixandre: 26 de ellas son a Hernández, y abarcan desde 1935 a 1938, y el resto son a su esposa, Josefina Manresa, hasta el año de su muerte en 1984.

 

La amistad entre los dos poetas comenzó una primavera de hace 80 años y se construyó sobre los intereses que ambos compartían: los secretos del amor y la muerte, que los llevó a reconocerse como las dos caras de una misma moneda. Los dos están unidos por la belleza de descubir en su vida y en su poesía la relación que une al amor y a la muerte. En las páginas que componen la obra, vemos cómo la relación se va afianzando entre ambos y pasan de ser amigos a ser hermanos, confidentes e incluso guías literarios del otro. Alexaindre era entonces el maestro, y Hernández el discípulo. Aleixandre estaba destinado a ganar el Nobel, y Hernández a convertirse en el poeta del pueblo.

Cada una de las cartas va acompañada por un exhaustivo pie de página redactado por Riquelme, doctor en Filología, catedrático de Lengua y Literatura Española y autor de obras como Miguel Hernández, un poeta del amor, la libertad y la juventud. Riquelme se asoma así a la vida de Aleixandre y a sus sentimientos protectores y paternalistas, que luego se verían reflejados en la ayuda que le brindaría a la viuda de Hernández y a su hijo Manuel Miguel.

 

Los orígenes del amor y la relación

Los dos poetas se conocieron en Madrid en 1935. Un Miguel Hernández de 24 años le escribió una carta al recién premiado Aleixandre, debido a que deseaba leer su obra La destrucción o el amor. La carta se perdió, pero causó una profunda impresión en el Nobel español, que lo recibió en su casa madrileña de la calle Velintonia, 3, y le presta dicho poemario. En mayo de ese mismo año, en una foto en la que Aleixandre aparece en el centro rodeado de otros poetas (había recibido otro homenaje por su obra premiada), Miguel Hernández también aparece en la foto.

 

Cuatro meses después de su encuentro. Aleixandre le escribió a Hernández: “Me alegró mucho tu carta. Qué bocanada de tu caliente tierra; qué chirriar de chicharras y qué frescura de río, y qué oreo de piel mojada me trajo tu carta. Miguel, Miguel, yo aquí estoy solo”. Y en otra carta fechada el 27 de julio, continúa: “Mi querido Miguel: me acuerdo mucho de ti, de nuestras buenas tardes y de esa como reverberación de la tierra que metes en las habitaciones (…) Si ves a tu novia (¡ay!), cuéntame de ella y de ti, si no te es penoso. Cuando pienso en ella, me da pena. No me parece tu novia, pero sé que ella sufrirá, hasta que el sentimiento se le deshaga en la ausencia y en el olvido”.

 

Las cartas de Aleixandre son de letra clara y muy espaciada, que “permiten conocer el inmenso cariño que tenía mi tío a Miguel Hernández y Hernández un cariño extraordinario por él”, dice Amaya Aleixandre, sobrina del Nobel español y albacea de su legado. “La gente”, explica, “a veces, siente hacia algunas personas algo superior a lo esperado, un sentimiento que lo sorprende. Mi tío tuvo en Miguel Hernández un amor muy especial. La amistad en sí misma la consideraba un valor extraordinario. No creo que haya sido un sentimiento de homosexualidad. Cuando queremos a alguien lo queremos sin límite, con naturalidad. Era un amor paternal con una necesidad de protección hacia un poeta joven y bueno recién llegado. La categoría de Miguel Hernández le caló desde el comienzo”.

 

“Aleixandre sintió desde el primer encuentro una fuerte atracción por Hernández: un flechazo sentimental debido, entre otras causas, al don de gentes y la bonhomía del oriolano, a su simpatía, a su respeto y a sus ansias de ser un buen escritor”, explica a su vez Riquelme. “En las cartas de Aleixandre a Hernández se aprecia un sentimiento amoroso que cuajó en una relación que sublimó la amistad. Llegó a confesarle su dolorosa soledad y su desaliento por no poder declarar y disfrutar del amor libremente”, continúa el doctor en Filología Española.

 

Durante el encarcelamiento de Miguel Hernández, Aleixandre fue la gran figura tutelar y la persona más próxima al poeta, de acuerdo con Riquelme: “su ayuda fue moral, alimentaria, económica, y una vez fallecido, también editorial”.

 

En septiembre de 1936, ya iniciada la Guerra Civil, Aleixandre le dice: “Miguelillo, cómo sabes sorber como un gigante, como un hombre, toda forma de poesía. Ay, poeta, qué línea tan clara viene de tu sangre cuando me hablas. Qué bien te siento. En fin, Miguel, ya ves, quedamos en que se dan gritos de amor o gritos de muerte. A veces pienso si estos gritos unidos, en mí, serán consecuencia de que yo no he sido totalmente feliz en casi ningún amor”.

 

Los secretos que guardan esas cartas y que Josefina Manresa mantenía ocultos en un baúl de haya, salen ahora a la luz, reclamando su existencia, al igual que Alexaindre proclamara en sus cartas: “La amistad, sentimiento más modesto, pero no menos verdadero, reclama no diré sus derechos, pero sí sus… aspiraciones: entra en tu cuarto, revuelve el aire, hace constar su presencia. Miguel, Miguelillo, existo, existimos”.

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